No me lo puedo creer es Paula. Ella agitada como iba ni me vio. Se quejaba a un móvil, claro que no era al móvil, sino a quien estaba al otro lado del auricular.
- Te lo dije, te lo dije, a quien se le ocurre aquí en medio de la nada, ¡ coje ese tren, coje ese tren !.
Y siguió y siguió vociferando. Cuando por fin colgó o le colgaron, me acerqué a ella y de la misma euforia se le saltaron las lágrimas, cosa no extraña en Paula. Nos contamos cómo habíamos llegado hasta allí y por fin pudimos relajarnos. ¡Bueno una más que otra !.
Decidimos reírnos de la situación e ir al bar que aún estaba abierto. Ella se envalentonó y pidió un tinto con casera, yo me bebí tres cervezas. Creo que fueron unas siete horas de espera y entre risas, porque es fácil reírse con mi amiga, unas veinte llamadas a sus niños, a su amado.
A pesar de todo fue una experiencia muy divertida, creo que ella lo recordará igual que yo, y de lo que estoy segura es de que no habría cambiado nada de aquellas siete horas que pasamos juntas.
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