domingo, 24 de abril de 2011

La estación

No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación...Estación de un pequeño pueblo andaluz, donde sólo para un tren cada no se cuanto. Pues ese es el que yo esperaba y ni siquiera iba a llegar, ¡ la huelga !. Bueno todo sea por solidaridad. No quiero cabrearme, pero es que ese concierto al que me dirijia, era único. Absorta como estaba en estos pensamientos, algo llamó mi atención. Era una voz conocida, voz nerviosa, precipitada.

No me lo puedo creer es Paula. Ella agitada como iba ni me vio. Se quejaba a un móvil, claro que no era al móvil, sino a quien estaba al otro lado del auricular.

- Te lo dije, te lo dije, a quien se le ocurre aquí en medio de la nada, ¡ coje ese tren, coje ese tren !.

Y siguió y siguió vociferando. Cuando por fin colgó o le colgaron, me acerqué a ella y de la misma euforia se le saltaron las lágrimas, cosa no extraña en Paula. Nos contamos cómo habíamos llegado hasta allí y por fin pudimos relajarnos. ¡Bueno una más que otra !.

Decidimos reírnos de la situación e ir al bar que aún estaba abierto. Ella se envalentonó y pidió un tinto con casera, yo me bebí tres cervezas. Creo que fueron unas siete horas de espera y entre risas, porque es fácil reírse con mi amiga, unas veinte llamadas a sus niños, a su amado.

A pesar de todo fue una experiencia muy divertida, creo que ella lo recordará igual que yo, y de lo que estoy segura es de que no habría cambiado nada de aquellas siete horas que pasamos juntas.

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