jueves, 25 de febrero de 2010

Mi maniquí


Vivo en una gran ciudad, en una conocidísima calle de la misma. Muchas veces me arrepiento de esta decisión que tomé hace algunos años. ¿Por qué?. Es fácil contestar. Por mi calle pasan muchas de las manifestaciones a favor o en contra de algo. Contra el aborto o a favor de él, contra el nuevo plan de pensiones, para celebrar el ocho de marzo, incluso el primer viernes de ese mes tenemos las interminables colas para visitar al cristo de Medinacelli. Por supuesto hablo de la calle Atocha en Madrid.

Pero cuando se me pasa el cabreo porque cortan el acceso a las calles adyacentes o, porque es un hervidero de gente, reconozco que no podría vivir en otro lugar. En mi calle y en mi barrio se confunde lo novedoso con lo clásico, la reivindicación con el pasotismo, la cultura de los museos, con la cultura de la calle. Sobre todo es una zona con una gran mezcla de gentes venidas de todos los lugares imaginables y esto es enriquecedor.

Por lo tanto he de reconocer que cuando me queda tiempo, me gusta pasear por sus innumerables recovecos.

En uno de esos paseos he descubierto que han abierto unos nuevos almacenes. Tiene enormes escaparates y me ha llamado la atención un grupo de maniquies que han colocado. Parecen personas de verdad. Hay un niño como de unos cinco años y he tenido que acercarme para comprobar que no era humano.

Regreso a casa despacio, intentando saborear cada minuto de este agradable paseo, pero algo interrumpe de vez en cuando mis pensamientos, algo me incomoda.

He vuelto sobre mis pasos y allí está. Es un maniquí de unos cincuenta y dos años. Representa a un hombre atractivo, con ropa informal pero con estilo. ¡Madre mía, hombres así no existen!

Al volver a casa sigo pensando en el apuesto maniquí tanto, que he llamado a una amiga y se lo he contado. Ella se ha reído de mí hasta dolerle la mandíbula y me ha dicho " llevas demasiado tiempo so-la ". Tal vez tenga razón, pero al día siguiente estaba deseando terminar de trabajar para ir a visitar a " mi maniquí ".

Ahí sigue, lo más sugerente de él es su porte, su actitud de indiferencia y de saberse observado.

Creo que me lo quiero llevar a casa, así que trazo un plan.

Pasados dos días, me he presentado en los almacenes, ¡ah, me dedico a la publicidad!, he hablado con el jefe de planta, que a su vez ha hablado con no se quién, para que me prestaran "ese maniquí". El motivo, incluirlo en un anuncio que tengo en mente. Después de algún tira y afloja he conseguido mi objetivo. Así que sin perder un minuto, he ido a por él en la furgoneta de Lurdes (esa amiga a la que llamé para hablarle de... y se rió de mí) y por supuesto me ha acompañado recordándome todo el camino que estoy loca.

Bueno ya está en casa. ¿ Y ahora qué ?. Lo he sentado en el sofá, me he acurrucado junto a él. Joder que duro es. Lo he semidesnudado, bueno de momento nada de nada. Luego lo he desnudado del todo, ¡pero si ni siquiera tiene...!Menuda bajada de la libido. Acaba de romperse toda mi atracción hacia él.

Lo peor es que acabo de darme cuenta de lo ridículo de la situación, además se me cae la cara de vergüenza al pensar que debo devolver este maniquí a su escaparate. Y para colmo de los males Lurdes me ha dicho que no piensa acompañarme ni prestarme su furgoneta.

domingo, 21 de febrero de 2010

El cocodrilo

- ¡Buenos días, vecina!¿podrías darme un poco de perejil?.Es que estoy cocinando carne de cebra y este condimento le viene muy bien.
- ¡Como no, enseguida señor coco... coco...!
( He cerrado de un portazo y me he escondido detrás )
- ¡No puede ser, un cocodrilo en la puerta de mi casa y pidiéndome perejil!
- ¡Juan, Juan!. Ya no fumaremos más porros de esos que traes últimamente. Me producen unas alucinaciones terribles.
Un poco incrédula y asustada me acerco a la mirilla y...¡claro! allí no hay nadie.
- Pero,¿es qué esperabas ver a un cocodrilo tras la puerta?, me digo a mí misma.Pues sí que estás fumada.
Con un poco de intranquilidad en mi cuerpo, me he dado una ducha y he salido a comprar el periódico y algunas cosas que necesitaba y no se por qué miro de reojo a derecha e izquierda. Me estoy poniendo cada vez más nerviosa, así que paro un instante, tomo aire y me digo: a ver eres una mujer sensata y no crees en fantasías de ese tipo. Recupera la cordura, por favor.
Un poco más tranquila decido entrar en un bar y tomarme el café de todos los días a esa hora. Bueno hoy voy a cambiarlo por una tila. Ya relajada vuelvo a casa algo más tarde de lo habitual. Supongo que Juan habrá preparado el almuerzo.
Para mi sorpresa está de cháchara con algún colega que ha venido a saludarlo. Lo se porque veo latas de cerveza, patatas y algo de queso sobre la mesa.
Juan me ha oído al entrar y me dice desde el salón:
¡Tesoro, pasa!, el nuevo vecino ha venido a presentarse y nos invita a comer. Ha traído un plato típico de su país. No te lo puedes imaginar, es carne de cebra.
Creo que acabo de tirar todo lo que traía al suelo y hasta yo me he tirado a él.
Juan y el vecino vienen corriendo hacia mí. Los oigo, pero no los veo, pues no quiero abrir los ojos y encontrarme con...
_ Amor, qué te ha ocurrido. Mira este es Paul viene de Kenia, lo de la carne de cebra era una broma, en realidad nos invita a unos excelentes canelones que acaba de cocinar.
Poco a poco abro los ojos y ante mí, además de Juan está Paul un keniata que nada tiene que ver con cocodrilos o eso creo, porque alrededor de su cuello lleva colgando un gran diente que ni se, ni quiero saber a qué animal pertenece.

viernes, 19 de febrero de 2010

Centenario de Miguel Hernández




MIGUEL HERNÁNDEZ

Este año se celebra el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Esto es una excusa para compartir con vosotras mi admiración por este gran poeta y hombre, comprometido consigo mismo y con su época. He bajado de you tube estos videos para recordarlo. Aunque sin duda no hay nada comparable a leer sus poesías.

lunes, 15 de febrero de 2010

sábado, 13 de febrero de 2010

La broma

Caminábamos emocionados por la belleza del hayedo. De pronto, Javier comenzó a gritar. Desde lejos sólo oíamos como resbalaba y gritaba, gritaba y caía. Corrimos hacia ese lugar y lo vimos allí abajo. En ese gran agujero, sin mover un sólo músculo. Intentamos llamar con nuestros móviles, pero no había cobertura. Nos alejamos algo del lugar y al regresar... Javier no estaba allí. Gritamos, lo llamamos sin parar. No había rastro de él. Alrededor del agujero no encontramos más pisadas que las nuestras. Con el pánico a flor de piel, intentando racionalizar algo que se nos escapaba, comenzamos a oír ruidos extraños. De repente uno de los dos coches que llevábamos, arrancó y se avalanzó sobre nosotros con los faros encendidos.
Creimos morir. El coche frenó en seco y al apagarse la luz vimos bajar de él a Javier en perfectas condiciones. Nos acababa de gastar la broma más horrorosa que podíamos imaginar.
Desde aquel día ese lugar increíble que tanto había deseado conocer, tiene matices terroríficos para mí. Espero superarlo. A Javier no lo he vuleto a ver.

Final de una historia: Con un correo

Hola María. Aún estamos muy tocados con la historia que nos ocurrió en el Hayedo. Aún así hemos decidido ir a verte a Pamplona, como era nuestra intención hace meses. Como puedes imaginar ni sabemos ni queremos saber nada de Javier. Un beso.

Final de una historia: Con una reflexión

Acabo de llegar de terapia. Intento explicarme qué cable se le cruzó a Javier para gastarnos, según él, semejante broma. Por más que me esfuerzo en comprender por qué, no encuentro razón lógica. Ahora pienso que realmente no lo conocíamos, es un loco que ha vivido como cuerdo entre nosotros.Me asusta sólo pensarlo, también esto tendré que superarlo. Lo que se es que no quiero volver a verlo.

Final de una historia: Con un diálogo

- ¿Cómo te encuentras hoy?
- Sigo teniendo pesadillas, me angustia el sonido del viento soplando entre las copas de los árboles.
- ¿Has conseguido pasear por el parque a media tarde, como te aconsejé?
- Aún no tengo fuerzas, creo que me va a costar más de lo que yo imaginaba superar esta maldita experiencia.
- ¿ Te has planteado ver a Javier?
- ¿Verlo dices?, ni tan siquiera quiero oir su voz. Nunca podrá imaginar lo que nos ha hecho. Me costará salir de esta historia, pero lo superaré. Lo que no se es si podré perdonarlo alguna vez.

Final de una historia: Con una descripción

A partir de aquel día recuerdo el hayedo con miedo, con angustia. Mi imaginación me juega malas pasadas. Tengo sensaciones extrañas, me siento insegura creo que en cualquier momento algo malo va a suceder. Mi estado de ánimo es inestable, cosas en las que antes no reparaba ahora me dan verdadero pavor; el sonido del viento contra los cristales, el completo silencio, pasos tras de mí cuando camino por la calle. Por supuesto no he vuelto a ver a Javier.

jueves, 11 de febrero de 2010

Finales de una historia: Con una acción

Desde aquel día ese lugar increíble que tanto había deseado conocer, tiene matices terroríficos para mí . Espero superarlo. A Javier no lo he vuelto a ver.

lunes, 1 de febrero de 2010

Principio de una historia: con un correo

María, Pedro os mando este correo para deciros que Javier ha tenido un pequeño accidente. A pesar de eso estamos bien, pero no podremos veros mañana en Pamplona. Un beso.

Principio de una historia: con una reflexión

Paseo junto a mis amigos. Estamos de vacaciones.
Es una época que me encanta, no hay prisas y el
entorno es mágico. Siempre quise conocer esta
zona de Navarra.
Me siento feliz por estar aquí. Creo que nada podría
perturbar esta tranquilidad.

Principio de una historia: con un diálogo

- Siempre tuve ganas de conocer estos bosques navarros.
- También yo, además hemos elegido la mejor época, el otoño.
- ¡ Socorro, socorro !
- Algo le ocurre a Javier, ¿ oís como grita ?
- ¡ No puedo sujetarme, me caigo !
- Aguanta Javier, vamos para allá.
- Mira está ahí abajo. es un pozo muy profundo.
- ¡ Javier, Javier !
- Parece que ha perdido el conocimiento.

Principio de una historia: con una descripción

Paseábamos los cuatro por ese maravilloso bosque de hayas.
Era otoño, el paisaje era hermoso. El suelo era una gran
alfombra marrón y nos rodeaban estilizados árboles de
hojas amarillentas y ocres. El día era perfecto y nosotros
irradiábamos alegría.

Principio de una historia: con una acción

Caminábamos emocionados por la belleza del hayedo.
De pronto Javier comenzó a gritar. Desde lejos sólo oíamos
como resbalaba y gritaba, gritaba y caía.
Corrimos hacia ese lugar y lo vimos allí abajo.
En ese gran agujero, sin mover un sólo músculo.