domingo, 28 de noviembre de 2010

La compradora compulsiva

No podía remediarlo, allá donde se enteraba que había un mercadillo, allá que iba. Primero le interesaron los de ropa, luego abrió nuevos horizontes. Mercadillos de muebles viejos, de objetos antiguos, de libros... Todo tenía para ella un sentido y así fue creando su fantástico mundo. Su casa era una mezcla de objetos variopintos, arcones desvencijados que arreglaba con gran trabajo, pelucas con olor a naftalina, ropas usadas y raídas por el tiempo, estolas de mil formas y colores.
Con todo ello, Amalia que así se llama esta singular mujer, creaba mundos irreales para los demás, pero muy tangibles para ella. Un día salía al mercado con aspecto de Mata-Hari, o bien como una auténtica ejecutiva. Cuando invitaba a sus amistades a su casa nunca sabían cómo sería el recibimiento. El salón podía estar decorado de los años sesenta o tal vez estaba sobrecargado al más puro estilo rococó y por supuesto ella vestía de acuerdo con la ocasión.
No le importaba el qué dirán, ella era feliz y a su manera hacía feliz a cuantos la rodeaban. Incluso en el mercado que al principio la miraban como si de una loca se tratase, había conseguido sin pretenderlo hacerse respetar y querer, claro está que de esa misma manera ella trataba a los demás y aunque parezca mentira a veces, sólo a veces, esto funciona.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Elvira

Elvira es una mujer y actriz fantástica. Una artista de raza, de teatro sobre todo, de esas que llenan el escenario. La conocí de forma casual. Después de verla actuar coincidí con ella en un bar cercano al teatro donde representaba su obra. Y cosa extraña en mí, fui a saludarla y entablamos una entretenida conversación. A partir de ese día nos hemos visto de vez en cuando. Charlando una tarde le pregunté cómo era capaz de meterse en la piel de sus personajes de forma que parecía tener una conexión con ellos sorprendente y me contó lo siguiente:
" Querida, cuando leo un libreto y sé algo de mi personaje automáticamente pienso qué llevaría puesto, y me voy a buscar esas prendas que yo creo son indispensables para poder estar más dentro de esas mujeres ( por lo general son mujeres, aunque en alguna ocasión también he interpretado a hombres ). Recuerdo que una vez tenía que hacer de una prostituta de principios del siglo veinte, una mujer frívola, pero con gran estilo y yo necesitaba comprar unos guantes negros de encaje, así que fui al mercadillo más cercano a la ciudad donde se representaría la obra y después de varias vueltas allí estaban, eran los que hubiera llevado ella, así que los compré. La obra fue todo un éxito, y creo que algo tuvieron que ver aquellos pequeños y maravillosos guantes ".
La historia me pareció sorprendente, genial, única y así se lo comenté. Mi reacción la conmovió. " Otros me hubieran dicho que son manías de una excéntrica actriz ", y acto seguido me propuso sí querría acompañarla en su próxima búsqueda. Necesitaba encontrar un viejo abrigo marchito por el paso del tiempo, con grandes bolsillos, y de un color parduzco. Por supuesto acepté agradecida
por poder compartir aquella experiencia única y fantástica. Estábamos en Madrid por eso el domingo nos encaminamos al Rastro, era como estar allí por vez primera aún habiendo ido cientos de veces. Íbamos tranquilas, paseando, pero oteando los puestos de forma concienzuda
y después de una hora aproximadamente lo , era tal y como Elvira lo había descrito, emocionada y un poco alterada fui a buscarla y al verlo me sonrió. Era él, su abrigo, su amuleto. Le pedí por favor que me dejara regalárselo. La convencí diciéndole que para mí era todo un honor y que así sería partícipe del triunfo que seguro tendría aquella función.
El día del estreno tenía una invitación en primera fila de butacas para ver la obra. Todo fue espectacular, mágico, el silencio se mantuvo hasta el final, m
omento en el que el teatro se vino abajo entre aplausos y vítores. Ella saludó encantada. Entonces ocurrió algo que me dejó sin palabras y con los ojos humedecidos, Elvira me lanzó uno de los guantes de su anterior actuación. Lo había llevado guardado durante la hora y media que nos tuvo extasiados a todos. Jamás he podido agradecerle todo lo que me hizo sentir aquella noche. Ese guante va conmigo a todas sus representaciones.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Versos del S. XIV actuales en el S.XXI

El Arcipreste de Hita, gran autor del s. XIV, sólo es recordado en los institutos, y debo reconocer que tiene una gran vigencia en estos difíciles momentos; por eso me gustaría que si os apatece leyéramos o por qué no escucháramos algo de él. Estos versos están en su Libro del Buen Amor y algunos los ha musicado y adaptado Paco Ibáñez. He elegido " Lo que puede el dinero ". Deseo que os gusten. Gracias Patri( es mi sobrina ) por compartirlo conmigo.

Una nariz andante

Emulando a Quevedo os diré,
que era una mujer a una bombilla pegada.

Una nariz-bombilla andante
cara minúscula
y una gran esfera mayúscula
así se veía a nuestra caminante.

Esfera luminosa y parlante
esfera blanquecina en la oscuridad
y rojiza en la claridad
todo un espectáculo para los viandantes.

Pero toda esa luz y color
estallaban ante una difícil situación.

Ultimamente caminaba malhumorada
pues bombilla tras bombilla reponía
y todas rotas acababan.

Hasta que un día la luz se apagó
y entre tinieblas vagó y vagó.

Tiempo después algo oyó y todo cambió.
Eran risas y risas que la mecían entre caricias.

Sin saber cómo ni por qué
de nuevo a su cara la luz regresó
y pensó que tal vez esa era la solución.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Una acción rutinaria

Nunca te imaginas determinadas cosas hasta que no las vives, es que ni siquiera puede pasarte por la cabeza algo así. La mayor parte de nuestros actos son aprendidos desde nuestra infancia y jamás piensas que puedan llegar a no ser fáciles de hacer alguna vez.
Nos levantamos y vamos al servicio sin pensar en lo que hacemos, nos duchamos y preparamos el desayuno, nos arreglamos, recogemos nuestra cosas, cerramos la puerta de casa con llave...bueno todas esas rutinas que hacemos a diario y que jamás
nos planteamos cómo las hacemos, simplemente se hacen.

Pero cuando a tu alrededor alguien comienza a no hacer cómo debiera esas rutinas diarias, al principio te desesperas. Cómo es posible que te hayas abrochado mal los botones, o cómo no recuerdas cómo se hace esa cruzada, si llevas haciéndolas toda tu vida.
Poco a poco entiendes que tú no puedes perder los nervios, pues ella o él lo está pasando peor. Aún se da cuenta de que cada vez es capaz de hacer menos cosas por sí misma. Y tú cada vez observas cómo se van deteriorando más y más esas capacidades aprendidas y nunca cuestionadas.
Algo tan "fácil" como la hora de la comida también se va complicando, es difícil ir alternando un segundo plato, con pinchar ensalada e ir tomándose la medicación a la vez. El uso de los cubiertos parece que a veces le crea dudas, además el ritmo y los tiempos se han ralentizado bastante.

Aún así y desde mi corta experiencia, todo es más llevadero con una sencilla ayuda y sin caer en la desesperación y por supuesto sin reproches. Se que no es fácil, incluso puede parecernos incomprensible, pero estos deterioros de nuestros mayores y no tan mayores están aquí y o aprendemos a convivir con ellos de la forma más natural posible o crearemos una situación de crispación que no ayudará en nada a que el conflicto se solucione, y nuestra vida y sobre todo la de la persona que está sufriendo este problema será insoportable.

A pesar de lo dolorosa que puede resultar la situación, creo que no debemos olvidar que por encima de todo lo más importante es la dignidad de la persona, de esa persona que ha sido, es y será amén de sus olvidos, referente en nuestras vidas y una de las personas más importantes para nosotros.