Y tras un montón de libros la ví. Era mayor, no sabría decir su edad, pero su porte era distinguido. Me saludó al verme y creo que me sonrió. Cortesmente le devolví el saludo y me presenté. Le comenté que no buscaba nada en especial, simplemente me gustaba su librería. Me dijo que mirara todo lo que quisiera. Alguien la llamó desde dentro:
- Mercedes, venga por favor tenemos un pequeño problema.
Vaya pensé, se llama como yo. Pero mi sorpresa fue mayor cuando oí:
- Señora Sempere puede venir, es urgente.
No lo podía creer, era una broma o también su apellido era como el mío.
Al regresar ella debió notar algo en mí, pues me preguntó si me ocurría algo. Le dije que creía que nos llamábamos igual y así era las dos nos llamábamos Mercedes Sempere.
Charlamos durante mucho rato. No teníamos familiares comunes pero eso era lo de menos, aquella casualidad nos había unido como en una tela de araña. Me fascinaba su vitalidad, su amor por los libros y la forma de entender la vida. Era atrevida, divertida y en la trastienda montaba timbas de mus con grandes amigos y amigas, que además de hablar de libros, jugaban, intercambiaban opiniones y se corrian sus buenas juergas.
Tal vez no viva en Barcelona, pero creo entender y compartir muchas de las pequeñas cosas que a Mercedes Sempere le fascinan. Probablemente el nombre tenga algo que ver...o no.
En cualquier caso a partir de aquel día, tengo motivos importantes para ir a Barcelona.
Creo que dentro de una semana tenemos partida de mus y quién sabe qué otras aventuras en aquella discreta trastienda.