lunes, 17 de mayo de 2010

Habitación de hotel


Está un poco asustada. Tal vez cansada. Pero no por el futuro que le espera, sino por el deprimente pasado.Por vez primera, se siente libre y dueña de sus actos.

Siempre le dijeron que era una inútil. Que su lugar estaba en la casa haciendo las tareas. Cuidando primero a sus hermanos, luego a sus padres y por último si era capaz de cazar a algún tonto que la soportara, tendría que cuidarle y entregarse a él.

Por eso, porque no quería darle su vida a nadie, aprendió a leer sola y a escondidas. Por eso, por las noches, cuando todos dormían escuchaba un viejo transistor que tenía su abuelo en el desván. Por todo eso, sentía miedo todos los días, pues sabía que sus inquietudes no eran aceptables en una joven cristiana y de su clase.

Jamás pudo expresar sus deseos, ni dejar entrever que tenía necesidades y anhelos como los demás.

Pero había llegado el día. Hastiada de ser una persona a la que no se parecía en nada; hizo una pequeña maleta, tampoco tenía grandes cosas, y con unos pocos ahorros que había ido sisando a su padre y a su abuelo se marchó de noche de aquel odioso pueblo que la asfixiaba y dictaba su vida.

Primero cogió un autobús hasta Londres, donde alquiló una habitación en un modesto hotel para pasar un día hasta que llegara el momento de coger el tren que la llevaría a su anhelado futuro.

Tenía trabajo. Gracias a la radio supo que el mundo fuera del que ella conocía ofrecía vida a algunas mujeres. Y ella respondió a una de esas ofertas. Sería bibliotecaria en una linda ciudad del norte del país, que aunque no conocía había situado en el mapa.

Empezaba su nueva vida. Había dejado una nota, aunque no se la merecían, diciendo:"me marcho, no os preocupéis por mí. Voy a empezar a vivir".

Y ahí estaba en esa pequeña habitación comprobando el horario del tren que la llevaría a ...no lo sabía con exactitud, pero deseaba comprobarlo por sí misma.


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